Compartimos un artículo que escribimos al reflexionar sobre distintas cuestiones relacionadas con nuestras existencias como mujeres. No es algo completamente cerrado, te invitamos a discutir y poder ampliar en futuras notas las distintas temáticas que aquí se mencionan.
Los temas que tratamos y la forma de hacerlo tiene como intención inquietar, molestar y servir de puntapié para la discusión en nuestros trabajos. No son un punto de llegada, sino de partida. Escribinos y hacenos llegar tu opinión!
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“¿Qué
te pasa, estás indispuesta?”, “Bueno, pero mirá como se viste…
como para que no le digan cualquier cosa en la calle”, “¡Que
buena está esa mina! Pero es una descerebrada”, “Si es jefa
seguro que se volteó a alguno”, “Ustedes las minas son muy
vuelteras”.
¿Cuántas
veces hemos escuchado frases como estas en nuestros espacios
laborales? ¿Cuántas veces, incluso, las hemos utilizado casi sin
percibir lo estigmatizante que resultan? La realidad es que el rol
de la mujer en el espacio laboral se condice con la posición a la
que siempre se sometió al colectivo al que pertenece.
Las mujeres
sufrimos ataques verbales a diario: pensemos en las charlas durante
los almuerzos laborales con nuestrxs compañerxs y rápidamente
notaremos la objetivación y cosificación que suele originarse en
los diálogos (“¿Viste que Insaurralde se come a la Cirio? ¡Qué
buena que está!”), donde la mujer suele ser un acompañamiento de
la figura masculina del momento y no tiene motivaciones propias. Esto
no es otra cosa más que el resultado de una construcción social que
se traspola a todos los ámbitos de la vida cotidiana. La mujer puede
ocupar, bajo esta premisa, dos posiciones: o la esposa aburrida o la
prostituta sexy. Repensemos también nuestros espacios de trabajo y
los roles: ¿quiénes son lxs secretarixs y quiénes lxs asesorxs?
Particularmente
en nuestro lugar de trabajo, la voz del hombre suele prevalecer por
sobre la de las mujeres; incluso, cuando ella se destaca, se cree que
está reproduciendo la idea de un hombre, o bien, que está
intentando ocupar ese lugar. Si una mujer tiene un puesto jerárquico,
se autoestigmatiza ubicándose en un rol de macho alfa que “no le
es propio”. Esto da lugar a pensar la dominación de género ya no
como una cuestión sólo genital, sino como una construcción social
de roles a los cuales uno debe responder acorde a como ha nacido.
Suele
creerse que lo femenino está vinculado al plano emocional,
descriptivo y sensible, mientras que lo masculino se avoca a la
capacidad analítica, de razonamiento y construcción teórica; en
otras palabras, la mujer está relegada a lo privado y el hombre a lo
público, comprendiendo lo privado como el hogar y lo público como
la política, lo social y lo económico ("En
casa tenemos los roles bien definidos; ella sabe que en lo que tiene
que ver con la casa yo no me meto y en la política, el que manda soy
yo", dijo Massa.).
Desde este colectivo de trabajadorxs consideramos esto falaz: el
mundo no es dicotómico y la esfera privada también es política.
Vivimos
en una sociedad donde se considera a la mujer como objeto de
reproducción; en nuestrxs trabajos se la vincula con lo
maternal,
ya sea por la presencia o por la ausencia: o bien es la madre tierna
que convence al jefe de una idea, o es la piba iracunda a la que no
hay que darle bola porque está menstruando. En esta línea, se ha
relegado siempre el cuidado de los hijos durante el horario laboral a
las madres y no a los padres, al igual que las salidas para el
cuidado de la salud de los hijos y la licencia por maternidad, pero
no sucede en el caso opuesto. Dado esto, nuestra propuesta es
recuperar un espacio de recreación materno-paternal como una lucha
que nos incluye a todos los trabajadores, sean estos madres o padres.
Siguiendo
este razonamiento, las mujeres continúan sufriendo una doble
explotación laboral: trabajan gratuitamente en el cuidado del hogar
y la familia, y son contratadas en peores condiciones laborales que
los hombres, sólo por el hecho de ser mujeres. Es importante
remarcar que las mujeres también sufren la precarización, la
tercerización y los salarios mínimos junto con los hombres, pero se
le agrega que el hecho de ser mujer les pone un techo a su desarrollo
laboral que no lo poseen los hombres: el “techo de cristal”.
Según la
Doctora en Psicología Clínica Mabel Burín, “Se denomina techo
de cristal a una superficie superior invisible en la carrera laboral
de las mujeres, difícil de traspasar, que nos impide seguir
avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de
que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni
códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación,
sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por su
invisibilidad son difíciles de detectar.”
La
reivindicación y lucha por la igualdad de derechos de las mujeres no
es algo que sólo ellas deban cuestionar. Bajo la dicotomía
hombre-mujer, ellos también cargan con las imposiciones del
patriarcado y sufren la heteronorma que les exige ocultar su
sensibilidad, su escucha y su empatía –hasta, incluso, su
sexualidad- para no perder los privilegios de su rol en la sociedad.
Este
sistema simbólico-cultural al que llamamos patriarcado, que no es
otra cosa que una construcción social histórica de la cual se sirve
el capitalismo, legitima una norma de dominación: el hombre blanco
heterosexual, a partir de la cual define y domina a quienes están
por fuera, incluyendo no sólo a mujeres heterosexuales sino también
a gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, queers, lesbianas,
etnias, etcétera como los raros, distintos e, incluso, enfermos.
¿Y
ahora qué hacemos?
Como
colectivo de trabajadores y trabajadoras del Mecon cuestionamos lo
normal
y creemos que es necesario darle continuidad a nuestros debates y
talleres para visibilizar muchas de las discriminaciones que sufrimos
todos, pero principalmente las mujeres, en los espacios de trabajo.
En estos, surgen nuevas preguntas y creemos que es necesario que
todos nos involucremos en la búsqueda de alternativas a las
problemáticas cotidianas.
Es
por ello que fijamos como próxima fecha de reunión al Encuentro
Nacional de Mujeres, al que invitamos a todas a participar junto a
nosotras.
¡Momento!
¿Qué es el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM)?
Desde
1986, mujeres de todas las edades y de todo el país, sin importar la
ideología, religión, clase social, motivación o identidad sexual,
nos reunimos para participar en talleres y discusiones sobre las
problemáticas que nos afectan como colectivo.
Entre
las temáticas abordadas nunca faltan las discusiones sobre aborto
legal, seguro y gratuito, educación sexual, trata de personas,
prostitución, políticas propositivas al respecto, violencias,
etcétera. Es decir, en todos los espacios donde participamos a
diario.
Este
año, el vigésimo octavo encuentro, nos juntamos en San Juan el 23,
24 y 25 de noviembre y queremos invitarlas a debatir con nosotras.
Escribinos a quemecontas@live.com.ar y demos
la disputa como trabajadoras del Estado.
Si
querés saber qué talleres realizaremos este año, te invitamos a
entrar en http://28encuentronacionaldemujeres.es.tl/TALLERES.htm.
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